Un soneto prófugo
Canta una lejana ave encarcelada
la sonata de
libertad fangosa,
alza el vuelo, y
se marcha asustada,
pues no quiere parecer
venenosa.
El triste pájaro
habla con mi rosa,
que está negra, náufraga,
y marchita.
Él destruye letras
con voz maldita,
que renacerán en
sangre lustrosa.
Deseará
desvanecerse el gorrión.
Y en el ocaso de
la decadencia,
ya no querrá morirse
el corazón.
Corazón que no
encuentra diferencia
entre nuestra
salud y tu afección,
pero que despertará
con consciencia.
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